martes, 13 de mayo de 2014

VIEIRAS PARA ROSA Y UN CARACOL AMARILLO


 
No pensé que esa mañana regresaría todo de golpe, pasando de una escena a otra con antaño silencio. Yo sólo quise recoger una de esas piezas finamente elaboradas porque sentí curiosidad de ver formas y colores en perfecta armonía. Los párpados son el telón de la resurrección.

Mis pies estaban cubiertos de arena, olía la marisma y tenía los síntomas de una ensoñación y un disturbio. Pisé la playa y me sentí la mujer actual de cuarenta y un años cumplidos. Sin embargo, a pocos segundos era una niña de siete años a lo mucho, sin zapatos, con una coleta y ropa de baño color azul marino; un traje que seguramente no fue elección mía.

Lo primero que escuché fue de pronto la voz de mi padre diciendo:

– ¡Ahí está la antena!, ya estamos llegando.

Lo dijo todos los años, ¿lo recuerdas? Cada vez que regresamos…

El King, con sus ladridos distrajo un poco mi atención, se atravesaba entre mis piernas persiguiendo a unas gaviotas que volaban bajo. En ese momento reconocí, en una vieira de tono turquesa difuminado, otros años de mi vida: los gritos desesperados por no ser atrapada en un juego de niños. La tomé asombrada, y es que no esperaba escuchar nuestros gritos mientras corríamos entre las dunas de arena para no ser “bombardeadas” con los abrojos, que utilizábamos como municiones contra “el equipo contrario”. Las voces venían de ahí, sí. Estarás de acuerdo que en esa época no importaban tanto las “buenas formas”, total que no había más que tierra donde correr, tierra por todos lados; como en el patio de la abuela, donde los uveros daban la sombra suficiente para jugar debajo haciendo carreteras. En Xalapa nunca tuvimos eso.

Increíble entrar y salir de los recuerdos a esa velocidad; surrealista o no, cada dos o tres pasos parecía que del mar me llegaba vida, como la metáfora  de Boticcelli con el nacimiento de Venus sobre ese molusco eterno. Puse en mi oreja la vieira de color violeta grisáceo y escuché de pronto en… no recuerdo ya qué estación de radio, pero un tal Sibaja Martínez me deleitaba con José José, Camilo Sesto y Roberto Carlos, era un programa especial de complacencias que sintonizaba  todas las mañanas; ¿Puedes recordarlo? Yo misma marcaba al teléfono de la estación para las peticiones y elegía para ti “Días de vino y de rosas”, como tu nombre, Rosa.

Las vieiras de tono gris intenso que tienen un tamaño regular y parecido al de una corcholata, fueron un detonador en cadena, me “llevaron” de un latigazo a los partidos de “El Duco”, ¿lo recuerdas?, cuando papá no parecía comprender que las niñas no gustamos tanto del futbol ni de ser “bañadas” de cerveza en las gradas de un estadio. En ese mismo escenario “Los Azules de Coatzacoalcos” y entonces: beisbol, refrescos, botanas, y otra vez cerveza sobre nosotros.

Pero, – ¡Cómo no hice esto antes! Repetí una y otra vez levantando vieiras que me hablaban de mi pasado, de mis nueve y de mis diez años. Regresé de golpe a mi escuela primaria, “Artículo 123 Tomasa Valdés Viuda de Alemán”. ¿Quién habría tenido una escuela con un nombre tan largo y extraño?

Ansiosa me tiré a recoger más de mi vida. En las que se movían en el agua entre las patas de King, que eran del mismo tamaño pero en una combinación rojiza, pude leer, en “sus trazos”, mi paso por la secundaria, el ápice de cada una de ellas me mostraba el punto de partida de una anécdota. ¡Pude verme! ¿No me lo puedes creer verdad? Pero cierto, pude verme: zapatos de charol negro con las calcetas dobladas muy cerca del tobillo, la blusa blanca que acompañó a esa falda azul rey y a la que le subí y bajé el dobladillo tantas veces. Estuve de nuevo sentada contigo en esa banca ancha de madera, ubicada al lado derecho antes de entrar a la cafetería. Ahí volvimos a platicar con amigos y maestros, en el patio central, en las escalinatas del auditorio, doblando en la esquina del fondo cerca del laboratorio de química, y en esa biblioteca hermosa a la que me gustaba ir únicamente por su olor a madera. Las “Semanas Culturales” tan concurridas, “Los Fratelos” cantando en inglés y las chicas enamorándonos de ellos.

Puedo contarte más cosas, pero algunas las dejaré en el tritón amarillo que con su perfecta forma cóncava conservará nuestros recuerdos para otro momento, para cuando lo usemos como emisor de sonidos de vida, a través de su ápice truncado por el tiempo.


Carolina Guzmán Sol
Unión Estatal de escritores Veracruzanos
Festejo de los 100 años de Coatzacoalcos
“Encuentro del Mar 2011”
Salón Zapoteco
Centro de Convenciones de Coatzacoalcos

4 de Julio de 2011