miércoles, 18 de enero de 2017


MADRE SOLTERA

Con una jura de bandera en el viejo parque Independencia, cada tres años se iniciaba la transición de los gobiernos municipales.  A la ceremonia asistían ambos cabildos, el entrante y el saliente; así iniciaba  funciones el nuevo Ayuntamiento.

En las ciudades pequeñas donde todos nos conocemos, una vez pasadas las contiendas políticas, de inmediato volvemos a ser amigos.

Yo ocuparía la Dirección de prensa y relaciones públicas; quien me antecedió era un joven alegre y dicharachero apodado “Loquillo”, quien me dijo  a  bocajarro: si  quieres la perrita, tienes que irla a buscar ahora mismo, terminando la ceremonia.

-Oye, pero debo quedarme a recibir la oficina- repliqué con tono de gran solemnidad.

- Lo siento, Katusha ya no debe estar en la casa cuando regresen mis hijas de la escuela, se han encariñado mucho con ella.

Yo que moría por tenerla, olvidando mi responsabilidad de servidor público que iniciaba precisamente ese día a las 9 de la mañana, salí disparada para la casa de Ramón. Cuando me entregaron a la pequeña, la cargué con la delicadeza con que se acuna a un bebé y la llevé a casa. Al llegar a su nuevo hogar, recorrió todos los rincones; y minutos después se quedó profundamente dormida. Como madre primeriza no sabía si aún tomaba leche o ya comía alimento sólido. Era realmente hermosa: chatita, de ojos vivarachos y pelo negro y brilloso como un zanate.

Lo primero que hice fue llamar a mis amigas para participarles que “había adoptado una niña”.

 -¡¿Cómo?!- Dijeron una a una esgrimiendo el mismo argumento: tú siempre dijiste que jamás serías madre soltera.- ¡Cómo es posible!… Y ¿Quién te la va a cuidar?  

-Pues no sé- repuse con firmeza -Además sospecho que no les va a gustar porque es negrita -dije con intención de escandalizar.

-¿Negrita?  ¡Es el colmo Teté! ¿A dónde fuiste a recoger a esa niña? ¡Sabrá Dios quiénes son sus padres! ¡Qué loca eres!

Sin dejar de disfrutar mi “maternidad repentina” les dije: pues yo sí sé quiénes son sus padres y de donde viene. Conocí a su papá… era hermoso, fornido y bravucón. Falleció la semana pasada; sus múltiples parejas lo contagiaron de una enfermedad venérea que lo llevó a la tumba. De su madre no sé nada.

-O sea ¿Es huérfana?

-Así es- dije desafiante.

-Pues sí que estás loca… mira que buscar “palo pa’tu cabeza” a estas alturas del partido… ¡No le veo la gracia!

-Pues ya siento que la quiero y no me importa su ascendencia, si es plebeya o de sangre azul – dije un poco enfadada.

Solo unas horas transcurrieron antes de que mis amigas se presentaran en la casa para conocer a MI NEGRITA, ¡MI HIJA ADOPTIVA DE CUATRO PATAS! Katusha vivió 9 años y su partida aún me entristece porque supo ser fiel compañera hasta el último aliento.

María Esther Balcázar Márquez

Junio 15 de 2016.

martes, 10 de enero de 2017


FIELES HASTA EN LA MUERTE

Rogaciana miraba el atardecer desde la playa, sentía acariciar su cuerpo por la brisa del mar. Era sublime ver caer el sol. Algunos niños corrían a su alrededor y recordó su niñez. Pensó en aquella linda perra cazadora que trajo su padre a casa cuando fueron a vivir al mar. Donde nació Granizo, un día que extrañamente granizó en aquella lejana región del trópico.

Los recuerdos la transportaron a su juventud y los viajes con el Cuate; quien atraía las miradas porque parecía muñeco de peluche.

El suave y cadencioso vaivén de las olas la llevaron a pensar en Prudencio; el joven del que estuvo enamorada, sin embargo, nunca se acercó al portón de su casa. Buscó la razón y encontró a Bonachón y Tremendo responsables del asunto; pues un día le arrebataron lo más preciado de su cuerpo y nunca lo volvió a ver.

Estaba impactada por enfrentar una verdad olvidada, cuando Breta y Trico se hicieron presentes en el recuerdo de la madurez. Los vio en el huerto de aguacates buscando frutos que pisaban para expulsar la pulpa y darse un festín.

Amanecía cuando la vista se le nubló, se sintió mareada por un dolor quemante como centella desgarrándole el pecho, dejó de respirar. Al salir el sol unos perros se acercaron a ella y ladraron sobre su rostro. Pero Rogaciana ya no respondió.
                                                                                       
María del Carmen Balcázar Márquez

Mayo de 2016


BIENVENIDA CANINA

Desde la azotea fría, aullando por las noches “El Capitán” mantenía tranquilos a todos los vecinos de la cuadra, principalmente a don Pepe, que era su dueño.

Cuando el animal escuchaba el cerrojo y los lentos pasos del anciano, inmediatamente bajaba para acompañarlo en su caminata matutina. Entre el sol y la luna los inseparables amigos trotaban en silencio, el viejo se erguía y “El Capitán” con sumisa obediencia olfateaba sus huellas.

En ausencia del anciano, alguien dejó la puerta abierta y “El Capitán” sabe Dios si se perdió, lo robaron, lo atropellaron o fue a dar a la perrera municipal; pero no regresó… ¡Bueno, eso lo sabía don Pepe! porque los vecinos se alegraron cuando lo volvieron a ver y el viejo se encargó de festejar al supuesto perro pródigo.  Un barril de cerveza y el taquero de la esquina fueron los elementos estratégicos para la bienvenida canina.  Al principio los eufóricos vecinos se preguntaban qué habría pasado, porque vieron muy cambiado al animal, ya no reaccionaba cuando lo llamaban por su nombre, eligió otro lugar para descansar, ladraba diferente y cojeaba de una pata; pero poco a poco, a medida que escaseaba la cerveza todos coincidieron en que era igualito y que indudablemente “El Capitán” había regresado.

Cuando se fue el último de los amigos, don Pepe prefirió aparentar que estaba perdiendo la memoria, antes que aceptar públicamente la ligera sospecha de que su mascota no era la misma y para evitar que la duda se propagara, no permitió que el chucho siguiera durmiendo en la azotea. En contra de la voluntad de su esposa, aventó trapos en un rincón e instaló a su perro en la recámara nupcial; ignorando por supuesto, los reproches de la ofendida mujer que reclamaba su privacidad. El hombre se dispuso a dormir consciente que terminaría sus días soportando esa verborrea interminable, pero orgulloso de proteger con decoro la identidad del “Capitán II”.

Lourdes Marín Ramírez

Septiembre 15 de 2016