Que escribir que no se haya escrito,
y que no haya sido contado,
sobre historias terrenales
y uno que otro amortajado.
Cuenta la historia olvidada,
y que se recuerda a veces
de aquellos llamados Bernales
literatos se llamaban,
nombre ganado con creces.
La muerte a nadie perdona
de la lista nadie se escapa,
aunque escribas cuentos y poemas
la huesuda siempre te atrapa.
El líder corrió y corrió
creyéndose un intocable
la calaca se lo llevó
amarrado de un cable.
Se escucha la risa nerviosa
y una que otra carcajada,
de Pepón el infeliz
ahora con cara etérea
lo agarraron “de bajada”.
Por los “iunaites” la atrapó
una catrina “agringada”
Carolina ni gritó,
eso no se lo esperaba.
Murió cruzando el “Río Grande”
nadando a grandes brazadas,
por un calambre se ahogó
pues su visa se agotaba.
¡Ay! queridos
Bernales
la tinta nunca se toma,
murieron intoxicados
allá por aquella loma.
Los encontraron azules
era una tinta corriente,
la tomaron y no
ron
no sirvieron sus escritos
y ahora nadie “los siente”.
Siguen siendo un buen grupo
en el panteón aún escriben,
no en la casa de cultura,
todos muertos, nadie vivo,
disfrutan su sepultura.
Ahí los dejo y
yo con ésta me “pelo”,
no vaya a venir la muerte,
y me deje bien “chimuelo”.
Esto no es rima
tampoco prosa,
solo es muerte literaria,
orden del más allá
de una catrina “golosa”.
Jorge Malpica Jiménez
Noviembre 2019
Imagen: Ernesto Zavala Absalón