martes, 2 de noviembre de 2021

CALAVERAS 2021

 




Gritos, llanto y mucho miedo

¿Qué haces cuando la muerte se acerca?

¿Te sigues creyendo intocable?

 ¡Ay poeta, persona terca!

La prosa no alarga la vida,

tampoco el cuento o la novela,

la muerte viene por ti,

te va a llevar, quizá te duela.

 Con sangre escribiste un poema,

tal vez firmaste un contrato,

en la vida nada es barato,

la muerte es un fuego que quema.

Ana Leticia disfrazada

de catrina, se escondía,

murió queriendo escapar;

hoy le cantan la letanía.

A la “calaca” ahora maquilla

en lo oscuro del panteón,

¡Císcalo, císcalo diablo panzón!

alcanzó a gritar mientras moría.

Edith contaba cuentos

y quiso “cuentear” a la muerte.

Ya no le alcanzó la suerte;

la “huesuda” no le creyó.

Atrapada quedó en una tumba,

en una esquina del cementerio.

Hoy cuenta sus cuentos en “serio”,

con voz a ritmo de rumba.

¡Ay Lulú querida mía!

tu tampoco te salvaste,

la muerte leyó tus poemas,

de un fuerte “hipo” ahí quedaste.

Te encontraron en tu oficina;

hacías trabajo contable,

no fue una muerte amable,

ahora añoras la piscina.

Burlarse y con cuentos cósmicos,

son cosas que no se llevan,

Urania ahora lo sabe:

quien lo intenta muerto queda.

Un óleo le hiciste a la muerte

usando colores muy fuertes,

moriste sin “Toque de Queda”.

Carolina la migrante

se “refugia” en un camposanto.

La muerte la quiere tanto

que ya no le pide visa.

Caro murió de risa

en un viaje medio oscuro,

“clavada” se echó a la fosa,

donde el fondo está más duro.

¿Creían que iba a escapar?

¡Pues no! Pepón no pudo.

La “huesuda” le jugó rudo;

se “atragantó” con un brebaje.

De cempasúchil era su té;

no le alcanzó para el viaje.

Siendo el líder del grupo

los “Bernales” lo siguieron,

pensaban ir a una fiesta

y al cementerio cayeron.

Hoy falta tinta en el panteón,

pues hay un grupo animado:

hacen prosa, bailan danzón,

ya se acabó su reinado.

Si esto hace semejanza

con personas no difuntas,

“coincidencia” dijo la muerte.

No hagan caso, a nadie espanta,

si en la noche caminan juntas.

 

Jorge Malpica Jiménez

 

Imagen: Aida Emart

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 11 de septiembre de 2021

Cosas que no tienen explicación




 

Penélope

 




 

Rodeada de sus nietos, Ella esperaba. La tristeza sólo se permitía aparecer, a manera de relámpago en la mirada, en breves instantes del día. Alfredo, su “Gordo”, no llamaba, y no aparecía.

A sus cincuenta y tantos, se ocupaba de los problemas de sus hijas: madres solteras con críos por formar. En esa tarea ella participaba decididamente, de manera total: los furores del cuerpo no terminaban por apaciguar a las dos mujeres que años atrás había parido. Ambas necesitaban un hombre que les vendiera la idea de lo que ellas entendían por amor, alejadas de los hijos. Ella se resignaba: había abandonado a un marido borracho y desobligado, cuando alguna vez intentó golpearla. Armada con sartén en mano, lo sacó de su casa, de su lecho, de toda posibilidad de vida marital. Y ejerció la independencia económica, o, como tan elegantemente dicen hoy en día: se empoderó: trabajó de empleada doméstica, intentó participar en política. Formó parte del ejército de mujeres del partido oficial buscando un apoyo, mediante programa creado expresamente para ello. Debía dedicar horas del día siguiendo y aplaudiendo candidatos. Alguna vez le exigieron dar más tiempo y quedarse hasta tarde, la amenazaron con no incluirla en el programa. Irritada, sólo preguntó: -¿Y quién va a cuidar a mis hijos? Molesta, no volvió.

Las habilidades culinarias aprendidas desde niña y heredadas de una madre distante, la llevaron a elaborar antojitos que iba a ofrecer a la carretera. Así crecieron sus hijos, y llegaron sus nietos. Y así llegó a su vida Alfredo, con cuatro años de casado. Él era un hombre de carretera que le hablaba de: viajes y lugares que recorría, problemas maritales y, por añadidura, se solidarizaba con las necesidades de su familia. Un día, Él la invitó a acompañarlo en uno de sus viajes, y ella, con la esperanza de nueva vida conquistada, aceptó.

-Yo no me voy a quedar para siempre, mi Gorda- le decía. Ella fingía no oírlo. Lo cuidaba, le arreglaba su ropa, lo curaba si enfermaba. Y sus nietos lo llamaban abuelo, y Él los consentía con cenas sencillas.

Hasta que un día no regresó y dejó de llamar. Entonces el cansancio dejó caer todo su peso. Ella que soñó terminar sus días junto a Él. Su “Gordo” se distanciaba. Lo imaginaba recorriendo carreteras. Pensaba que volvería decidido a quedarse, agradecido por su devoción y adoptando a toda su familia.

Pero no. Alfredo no volvía, no llamaba. Y todo dolía más: los problemas, los malestares físicos, el desencanto de los hijos.

Alguna vez Alfredo marcó su número y Angélica contestó. Después de esa llamada donde hablaron trivialidades, se sucedieron otras tantas más. Pero jamás volvió a sentir su presencia en el umbral de su puerta.

 

Dora Berenice Paredes Acosta.

abril de 2021.

 

Imagen: Rafael Cauduro


GISSSSS

 




El cursor parpadea

mi mente en blanco realiza una secuencia difícil de descifrar

ruido en la T.V

ruido en la T.V

ruido en la T.V

luego nada

son las 3:00 am y nada cambia

cada vez más me parezco al viejo asesino

mirando fríamente desde el fondo del infierno

estrujándole el seno a la locura

violentas arcadas

sosa y veneno en la bebida

brindar por el hecho de no morir nunca

son las 3 am

ruido en la tv

ruido en la tv

ruido en la tv

ruido en la tv

 

Francisco Uscanga Castañeda

Invisible

 


Camina sobre aquella avenida,

sus pasos son pesados, arrastra soledad,

arrastra dolor, arrastra el tiempo.

Sus ojos gritan ayuda,

nadie lo ve, nadie se percata de su presencia.

Es la tarde después de la lluvia

una flauta triste se escucha a lo lejos,

al son de las aves, mientras el cielo

muestra su arrebol sobre las paredes

de cristal de los edificios.

Continúa su camino

arrastra sus penas, como sus pies.

¡Pobre hombre! se escucha un murmullo.

Continúa su camino en aquella avenida

arrastra su melancolía, esa que nunca

lo ha de abandonar.

Su paso es pesado, la tarde cae poco a poco.

Pobre hombre, él y su soledad,

ya se va, se lleva lo triste de esta ciudad.

 

Emmanuel Parada Huerta