—Despacio— dijo Karina y apagó la luz. Intenté ver su tierna desnudez. Fracasé. —Despacio— musitó Karina mientras acercaba sus labios a mi oído. —Despacio Francisco, despacio—. Entonces hundí de golpe la filosa hoja hasta el fondo de su dulce corazón.
Francisco
Uscanga Castañeda.
Genial mi estimado amigo Francisco. Es un gusto leerte.
ResponderEliminarGracias por compartir, me encantó.
ResponderEliminarDe gran impacto. Certero. Te felicito.
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