jueves, 4 de diciembre de 2014

LA OTRA MITAD DE HORACIO QUIROGA by José González Gálvez


Horacio Silvestre Quiroga Forteza, fue cuentista, novelista, poeta, dramaturgo y maestro uruguayo que radicó en Buenos Aires Argentina. Es considerado hasta la fecha como uno de los mejores cuentistas latinoamericanos. Su vasta obra está situada entre la declinación del modernismo y la emergencia de las vanguardias.

Estudió en el Instituto Politécnico de Montevideo y en el Colegio Nacional. Se inició en las letras bajo el patrocinio del escritor Leopoldo Lugones. Funda la tertulia “Los tres mosqueteros” y colabora con sus escritos en “La Revista” y “La Reforma”. A los diecinueve años  crea la “Revista de Salto”. Se marcha a París durante tres meses y a su regreso instaura el Consistorio del Gay Saber, que pese a su corta existencia presidió la vida literaria de Montevideo.

Dentro de su vasta experiencia, sintetizó las técnicas de su oficio como escritor en el “Decálogo del perfecto cuentista”, estableciendo pautas relativas a la estructura, la tensión narrativa, la consumación de la historia y el impacto final del relato.

Su obra está influenciada por las lecturas de Edgar Allan Poe, Rudyard Kipling y Guy de Maupassant, recreando un estilo que le permitió narrar magistralmente la violencia y el horror que se esconden detrás de la aparente apacibilidad de la naturaleza.

Sin embargo su “aparente apacibilidad” está marcada por el signo de la tragedia y el exterminio con una cruz imborrable de Miércoles de Ceniza. En la otra mitad de la vida de Quiroga, bíblicamente Abel no mató a Caín; los padres, hermanos, esposas, hijos, amantes y amigos marcharon juntos al este del Paraíso y abrazados murieron lentamente la muerte del suicidio, la enfermedad y el asesinato fortuito.

Cuando Horacio contaba con dos meses de edad muere su padre al disparársele accidentalmente su escopeta durante una cacería. Doce años después su padrastro Ascenso Bargo se suicida con una escopeta. En 1901 fallecen dos de sus hermanos, Prudencio y Pastora, víctimas de la fiebre tifoidea. Un año después mata accidentalmente con una pistola a su amigo Federico Ferrando. Su primera esposa Ana María Cires se suicida durante una fuerte crisis depresiva. Se casa con María Helena Bravo quien lo abandona después de nueve años de matrimonio. Cuando contaba con la edad de 59 años, se entera que padece cáncer de próstata y se suicida ingiriendo cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires. Sostuvo una intensa amistad que se transformó en romance con la poeta Alfonsina Storni, quién se suicidara en 1938. Un año después se suicida su hija Eglé y años más tarde su hermano Darío también haría lo mismo, ambos fueron producto de su primer matrimonio.

Horacio Quiroga utilizó ampliamente las leyes internas de la narración y buscó un lenguaje que lograra transmitir con veracidad lo que deseaba relatar, alejándose de manera lenta de la escuela modernista.

Publicó casi al final de su vida lo siguiente: “No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino”.


José González Gálvez

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