Mis noches de insomnio abren
paso a tu recuerdo etéreo
azotando puertas junto al
viento estéril del silencio
que he de vivir a oscuras
y el ingrato horario se
mantiene cerca.
Es un voyerista sin ánima.
Me siento en el mecedor frente
a la ventana
para menear un poco mi queja
son las dos de la mañana y no
puedo dormir
otra vez te estoy necesitando
siento tus manos en los valles
húmedos que observo
el viento imprime una
deliciosa caricia en mi piel
me conformo con la idea de ti
para desbordarme en deseos.
Se escucha un lamento,
es un lamento de mujer…
Susurro mis versos para
provocarte
comenzar nuestra noche íntima
morir y renacer en ti
en tu idea de planos
tridimensionales de los cuerpos.
Fundirnos sobre textos
mórbidos
aspirar el olor de los géneros
incitar caracoles que me
habitan
y despiertan de amor poseídos
bajando por mis piernas
para ungirme con tu saliva.
Guío tu trayecto con el vaivén
ansioso del placer
para lactarte del pezón erecto
que desespera por tus fauces
por el éxtasis que descompone
la forma de este cuerpo
donde esparces miel fecunda en
pinceladas diestras.
Agitada, vibrando,
busco tu mirada insondable
para acompañar el ritual
solemne de mis dedos
en la elocuencia avasalladora
de mis manos
para develar la brecha sagrada
que habitarás impulsado por el
aire
mientras canto las tres
sílabas de tu nombre.
Pero en mi cumbre hay un
abismo sin eco.
Te clamo y no me escuchas.
No piensas en mí
¡Tu corazón no requiere el mío!
Y en esa idea zigzagueante que
no tocará tu vida
busco tu última caricia para
lamer el sol que me incendia.
Hay un latido falso en el
reloj de sueños
el desajuste rítmico altera el
tiempo
que pusiste a tu promesa
eterna
a tus labios dulces y salados.
Entonces pierde sintaxis tu
poema diurno
y tu voz dispersa se escurre
lenta por mis pechos.
A la isla vuelven las rocas
bailan una danza fúnebre
una protesta de amor
un reproche que no se dijo
pero suena en el violín
de todas mis canciones
tristes.
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