-Mírame, esta eres tú.
-No, no lo haré; no sé que
pueda pasar si te miro y compruebo que eres yo en el futuro.
-En verdad, no lo sé tampoco;
pero soy yo, soy tú, quiero decir, pero ya sin vanidad; esa vanidad tan
amalgamada contigo y que tanto sufrimiento me causó –dijo la voz llena de años.
Alma se quedó allí parada, quieta, dando la espalda a su
yo del futuro; agradeciendo al Creador que esta vez no hubiera un espejo frente
a ella. Ni siquiera se atrevía a llevar sus pupilas hacia el rabillo del ojo;
si quedaba alguna historia después de la destrucción del universo por la famosa
paradoja en el tiempo, no quería ser ella la culpable.
-Dime ¿aún soy bonita? –dijo
Alma, sonriendo esperanzada y viendo hacia arriba, como queriendo mirar hacia
atrás rodeando su frente.
Esperó. Esperó… y esperó.
Y es que no se dio cuenta del suave sonido de succión del
aire, al cerrarse sobre el vacío justo cuando hizo la pregunta.
Fernando Paz Saldaña.
08 de Agosto de 2017.
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