EN VERDAD, EN VERDAD, LUVINA.
Quejas de
tierra que se desgaja,
y qué de donde sólo hay nieve y hielo.
Quejas de
viento pardo y aire negro,
y qué de huracanes que nieblan la vista
y te ciegan a pocos centímetros.
Quejas de
ausencia de cielo azul,
cuando seres sufren secuencia de
amanecer y crepúsculo
en instantes.
Quejas de
extrañar animales,
y qué de donde raramente ves alguna
morsa.
Llanto
porque el miedo no deja dormir,
y qué del horrendo espanto de un
helado abrazo
que te deprime en lo más íntimo de tu
conciencia.
Y te
acompañan niños,
cuando en aquel sitio ni siquiera su
recuerdo existe.
Que no hay
sitio habitable,
y qué harías viajando miles de
kilómetros
para llegar a una estación
y contemplar y sentir a seres a tu
imagen.
Ah, en
verdad La Antártida es una experiencia terroríficamente
inhóspita.
María del
Pilar López González
Abril de
2015
LUVINA CERCA DE TI
Me preguntan si conozco
Luvina. Dicen que es un lugar en lo alto de un cerro, carente de alegría,
apagado, sin motivación alguna, con unas pocas chozas casi abandonadas.
No, no la conozco, pero
me imagino que es como la vida de algunas personas; solitarias, aisladas del
resto del mundo, tristes por alguna razón, basta con ver sus rostros
inmutables; comen, caminan y duermen, actúan por instinto como si hubieran
perdido la alegría de vivir. Tal vez tú mismo resides en Luvina y no te das cuenta.
Ese lugar distante se
convierte en algo tan cercano. La realidad es que cada quien sobrevive como
puede.
Olga Lidia Hidalgo
Gordillo
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