El velamen de una noche
en plenilunio
me abraza, me ciñe, me
transporta,
el mar está en calma,
no escucho el ir y venir
de las olas que besan
la orilla.
Son los sonidos del
silencio
y a través de ellos te
evoco.
Así enmudeciste,
tu faz se perdió en las
sombras,
y este corazón fiel que supo amarte
murió ciego.
María Esther Balcázar
Márquez
Noviembre de 2015
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