Danzaba
el pueblo al son de sus instrumentos pidiendo lluvia. Cuando ésta llegaba como
un despertar a la vida, se producía un regocijo general; los árboles
reverdecían, las flores de exquisitas
fragancias formaban cuadros de diversos colores; las aguas cristalinas de los
ríos, lagunas y arroyos contribuían con armoniosos susurros y la deidad desde
la montaña, contemplaba el hermoso espectáculo.
La
autora
Llovía cuando lograron
terminar las maniobras de rescate. El equipo encargado de trasladar la pieza de
los montes del pueblo de Coatlinchán, en el estado de México, al Distrito
Federal, fue impresionante.
El Dios Tláloc es el monolito que ocupa el 5º lugar
en el mundo por sus dimensiones colosales, pesa 165 toneladas y mide 7 metros
de altura. Estuvo resguardado en ese sitio por más de cuatro siglos. Fue
descubierto a finales del siglo XIX por Alfredo Chavero, en un ojo de agua
cerca del río en la cañada de Santa Bárbara. Se piensa que es obra de la
cultura teotihuacana realizada en el siglo III d.C. Algunos arqueólogos opinan
que esta pieza representa a la diosa Chalchiuitlicue, y que Tláloc aun reposa
en las faldas de alguno de esos montes.
El traslado se efectuó el
16 de abril de 1964 en una gran plataforma cargada por dos tráileres. El viaje fue
acompañado por un fuerte aguacero que afectó varias zonas aledañas. Una
pregunta quedó en el aire: ¿Sería la intensa lluvia un homenaje por el gusto de
ser rescatado, o porque no le agradó que turbaran su paz?
Los antiguos pobladores
lo ubicaban en lo alto de las montañas, unido a las nubes tempestuosas cerca
del cielo. En la actualidad se encuentra en el paseo de la Reforma, y da la
bienvenida a los visitantes del Museo Nacional de Antropología e Historia, que
fue inaugurado el 17 de septiembre de 1964.
Yolanda Placeres Heredia
Julio de 2016