sábado, 4 de marzo de 2017




ÚNICO CAMINO

¿Quién podrá atravesar la vida, sin pisar la hojarasca de los años?
Marzo 20 de 2016


ROJO DESEO

No me aplico bilet para besarte, mis labios están encendidos con el rojo de mi pasión.

Febrero 14 de 2016

PENÉLOPE DE COSCOMATEPEC



Usiel siempre supo que terminaría sus días abandonado.
De niño, solía pedirle a su abuela que le contara cómo era su madre. De ella solo conservaba una fotografía; estaba sonriendo, agarrada de una verja como queriendo esconder su cuerpo, en shorts y blusa estampada. Recuerda, de ese trozo de tiempo en Coscomatepec, a la anciana preparando los frijoles mientras él trababa los cuerpecitos rígidos y escarapelados de El Santo y Supermán en una lucha imposible. “Era terca como tú”, decía su abuela, “terca y nomás andaba papaloteando, como tú. Dios la tenga en su santa gloria”.
De los años en que la naturaleza parece querer ganarle al tiempo, recuerda a Penélope y, renuente, también recuerda aquel pañuelo de hombre olvidado bajo la cama. Con ese nombre,   la muy zorra resultó un embuste andando. “Maldito Homero”, masculló.
Hoy, Usiel se levantó de la cama a duras penas; a sus setenta años, la artritis sí era fiel. De un manotazo, bajó al gato y le puso un plato de leche sobre el suelo; ni lo olió, se dio la vuelta y saltó por la ventana. Al fondo, el Pico de Orizaba enmarcaba, impertérrito, su abandono.



Fernando Paz Saldaña
Enero 25 de 2017

FATALIDAD



Imagina que no me has visto, por cierto ya no te esperaba; eres otro y yo soy otra, con opuestos objetivos; son otras células las que se nutren hoy en nuestros cuerpos.
Sin ti, muero.
Pues deberás morir, ya no rimo contigo.
La pluma y el pergamino, la espada y el escudo, el telescopio en el montículo, todo quedará en el olvido si no me aceptas; si me dejas fuera, a tu puerta mendigo.
Ya no eres el mismo, hasta tu lenguaje es otro.
Los años pasan y dejan huella.
Ya no vibro contigo, es diferente mi música.
A la escucha de esa música quedó exhausto, sin respiración, sólo un jadeo, y a la mirada indiferente, un arroyo de sangre.

María del Pilar López González

Enero 25 de 2017

TLÁLOC



Danzaba el pueblo al son de sus instrumentos pidiendo lluvia. Cuando ésta llegaba como un despertar a la vida, se producía un regocijo general; los árboles reverdecían, las flores de    exquisitas fragancias formaban cuadros de diversos colores; las aguas cristalinas de los ríos, lagunas y arroyos contribuían con armoniosos susurros y la deidad desde la montaña, contemplaba el hermoso espectáculo.
La autora

Llovía cuando lograron terminar las maniobras de rescate. El equipo encargado de trasladar la pieza de los montes del pueblo de Coatlinchán, en el estado de México, al Distrito Federal, fue impresionante. 

El Dios Tláloc es el monolito que ocupa el 5º lugar en el mundo por sus dimensiones colosales, pesa 165 toneladas y mide 7 metros de altura. Estuvo resguardado en ese sitio por más de cuatro siglos. Fue descubierto a finales del siglo XIX por Alfredo Chavero, en un ojo de agua cerca del río en la cañada de Santa Bárbara. Se piensa que es obra de la cultura teotihuacana realizada en el siglo III d.C. Algunos arqueólogos opinan que esta pieza representa a la diosa Chalchiuitlicue, y que Tláloc aun reposa en las faldas de alguno de esos montes.

El traslado se efectuó el 16 de abril de 1964 en una gran plataforma cargada por dos tráileres. El viaje fue acompañado por un fuerte aguacero que afectó varias zonas aledañas. Una pregunta quedó en el aire: ¿Sería la intensa lluvia un homenaje por el gusto de ser rescatado, o porque no le agradó que turbaran su paz?

Los antiguos pobladores lo ubicaban en lo alto de las montañas, unido a las nubes tempestuosas cerca del cielo. En la actualidad se encuentra en el paseo de la Reforma, y da la bienvenida a los visitantes del Museo Nacional de Antropología e Historia, que fue inaugurado el 17 de septiembre de 1964.

Yolanda Placeres Heredia
Julio de 2016