Amarré
el nudo del dolor,
al
levantar la lámpara de tu vida.
Ya
no eres el renglón de las frases desbocadas;
eres
el recuerdo sólido
de
una herida.
Dios
pasa la aguja de la resignación
cada
vez que respiro.
Mientras
el bisturí del infortunio,
abre
nuevamente mi piel adolorida
hasta
destazarla inútilmente.
Asunción
Rosas Limón
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