martes, 22 de mayo de 2018

LA CAJA





06 de octubre del 2006. 02:00 a.m.

Salir a la calle y tomar un taxi con hija en brazos, era un ritual obsesivo que Armida repetía sin dudar.  Hacía un mes que sus sospechas sobre la  infidelidad de Donato se habían confirmado: su pareja no ocultaba la febril emoción de un nuevo romance. En el taxi contemplaba a su pequeña de un año: tan rubia como el padre. Y volvía a repasar la última discusión con el italiano: − ¡La maternidad te ha vuelto ordinaria, común!- había reprochado él.
−Ahora resulta que por no coger cinco veces al día, soy ordinaria. ¡Tenemos a Julia!, ¿sabes? – se defendió exasperada.
− ¡No uses a mi pequeña de pretexto! Eres una mujer hostil desde hace tiempo.
Armida recordaba que poco antes de quedar embarazada, le había reprochado a Donato la ausencia de ternura en sus abrazos. Cualquier contacto físico en el transcurso del día, derivaba en un torrente inagotable de pasión donde él la arremetía con desenfrenado ímpetu sexual, la envolvía y la transformaba en toda una calípige, pese a la figura delgada y carente de formas pronunciadas.

08 de julio del 2002. 11:30 p.m.

Las vacaciones en Huatulco habían resultado irrelevantes hasta esa noche veraniega del año dos mil dos. Apenas entrar al bar Armida fijó su atención en el extranjero que cantaba éxitos ochenteros en inglés a través del micrófono: alto, rubio de brazos tan poderosos como su voz. Ella tuvo a su favor, amén del maquillaje impecable,  el color aceituna de la piel, unos ojos grandes, una nariz altiva y unos labios abultados, perfectamente delineados.

09 de julio del 2002. 10:00 a.m.

Cuando amaneció, Armida se preguntaba cómo había resistido esa  lujuria casi animal. Se disponía a levantarse plena y henchida de placer, cuando una voz femenina la sorprendió: ─Te presto este blusón, tu ropa huele a sexo-dijo la mujer al tiempo que le arrojaba la prenda color malva. Desencanto y Amargura enmarcaban ese rostro de facciones juveniles y suaves.  Armida entendió que de súbito, se había transformado en una intrusa, en una ruptura.  Donato apareció vigoroso y  radiante en la puerta, le estiró un brazo para ayudarla a incorporarse y le dijo:
─Vámonos. Fue entonces que ella reparó en la pequeña caja de cartón que reposaba junto a él. ─¿Tu equipaje? Le preguntó curiosa.
─ La vida me cabe en una caja de cartón, bellísima. Eso la impresionó: ¡Claro que iría con un hombre al que la vida le cabía en una caja de cartón! ¡Al fin del mundo, si fuera preciso!

06 de octubre del 2006. 03:00 hrs.

Después del tercer bar visitado, soltó el llanto impúdicamente. Donato no estaría en ningún bar de esa pequeña ciudad turística. Las sacudidas lacrimógenas despertaron a su pequeña quien sorpresivamente no se asustó ni le preguntó nada, sólo le secó con sus manitas las lágrimas mientras la miraba con el mismo color de ojos que su padre. De regreso a su departamento, ya no se sentó a escribir  en su agenda su recorrido por bares.  Ya no  anotaría la hora de llegada de su amado. Empacó.

Final.

Donato le dijo a Julia que siempre sería la hijita de su corazón, su tesoro más preciado y le besó las manitas. Cuando la madre vio al  padre alejarse,  le sorprendió que la vida le siguiera cabiendo en una caja de cartón.


Dora Berenice Paredes Acosta.
2018

1 comentario:

  1. Bitácora contundente de amor y desamor. Armida como moderna Penélope desteje su tela y su vida. Muchas gracias Dora por compartirnos tu texto.

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