El pabilo viscoso y macerado parpadeó agónico por última vez. Aquella penumbra era una asonancia entre el azul plumbago y mi delirio.
No pude contener el llanto, gotas salobres
se despeñaron como ríos de agua amarga…
eran fragmentos invisibles de un sentimiento oculto.
Las manecillas del reloj avanzaron
inmisericordes; la Colt 38 quedó
atrapada entre mis crispados dedos… una carcajada burlona retumbó en el oscuro
túnel sin retorno. Prescribía una vida asfixiada por la insidia y el oprobio.
El café quemado invadió la sala velatoria
y los rezos que invocaban perdón, sonaron a fantasía impronta convertida en
réquiem.
María Esther Balcázar Márquez
Fotografía: Lola Álvarez Bravo
La imagen lograda en ese microespacio, hace este texto redondo, completo. Felicidades.
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