LA AMISTAD DE MI MASCOTA
CAMPANITA
Caminábamos mi hijo y yo por la avenida General Anaya después de un
servicio religioso, y de pronto nuestra vista se detuvo en una criatura que nos
miraba con ojitos tristes y suplicantes. Nos acercamos para verla, ahí estaba
temblando de frío pues era finales de noviembre; coincidí con mi hijo que no la
dejaríamos abandonada, seguramente no amanecería con vida.
Mi hija la cargó; estaba sucia, mal oliente y cansada, la llevamos a
casa con el propósito de que al día siguiente buscaríamos al dueño; la cubrimos
con una frazada y la dejamos en un lugar seguro para que pasara la noche; se
acogió y se quedó muy quieta, fue en ese momento que nos percatamos de una
herida en la pierna izquierda, seguramente de ahí provenía el mal olor.
Al día siguiente como acordamos, nos dimos a la tarea de preguntar a los
vecinos si alguien había perdido a su perrita, no apareció el dueño. La
bañamos, curamos su herida y le pusimos nombre: Campanita, y aunque ya no queríamos más animalitos, no la podíamos
abandonar. Me molestó ver la crueldad de la gente al dejarla en la calle. Así,
la pequeña formó parte de nuestra familia.
Fueron pasando los días; se tornó más alegre y juguetona gracias al
cariño que le dábamos. Un día la regañé por salir a la calle, levanté la voz y
le dije: Campanita ¿Quieres perderte
o que te lastime un perro más grande? ¡Métete a la casa inmediatamente! Ella me
miró obediente y entró. Por un rato la olvidé, salí nuevamente para ver donde
estaba y me sorprendió verla echadita con su carita triste, de sus ojitos
rodaron lágrimas; desde ese momento jamás volví a regañarla de esa manera,
comprendí que sin duda había llevado una vida de maltrato.
Campanita vivió con nosotros durante un año hasta que cierta vez tuve que dejarla
al cuidado de mi hijo por varios días, ella se deprimió profundamente y dejó de
comer. A mi regreso traté de alegrarla, hice todo lo necesario pero no
reaccionó, y por más que le hablé no comprendió la razón de mi ausencia y
murió.
Su muerte me dolió mucho y le lloré. Fue cuando comprendí que ella me
quiso más que yo a ella.
Olga Lidia Hidalgo Gordillo
Julio 20 de 2016
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