martes, 20 de septiembre de 2016



LA AMISTAD DE MI MASCOTA CAMPANITA


Caminábamos mi hijo y yo por la avenida General Anaya después de un servicio religioso, y de pronto nuestra vista se detuvo en una criatura que nos miraba con ojitos tristes y suplicantes. Nos acercamos para verla, ahí estaba temblando de frío pues era finales de noviembre; coincidí con mi hijo que no la dejaríamos abandonada, seguramente no amanecería con vida.
Mi hija la cargó; estaba sucia, mal oliente y cansada, la llevamos a casa con el propósito de que al día siguiente buscaríamos al dueño; la cubrimos con una frazada y la dejamos en un lugar seguro para que pasara la noche; se acogió y se quedó muy quieta, fue en ese momento que nos percatamos de una herida en la pierna izquierda, seguramente de ahí provenía el mal olor.
Al día siguiente como acordamos, nos dimos a la tarea de preguntar a los vecinos si alguien había perdido a su perrita, no apareció el dueño. La bañamos, curamos su herida y le pusimos nombre: Campanita, y aunque ya no queríamos más animalitos, no la podíamos abandonar. Me molestó ver la crueldad de la gente al dejarla en la calle. Así, la pequeña formó parte de nuestra familia.
Fueron pasando los días; se tornó más alegre y juguetona gracias al cariño que le dábamos. Un día la regañé por salir a la calle, levanté la voz y le dije: Campanita ¿Quieres perderte o que te lastime un perro más grande? ¡Métete a la casa inmediatamente! Ella me miró obediente y entró. Por un rato la olvidé, salí nuevamente para ver donde estaba y me sorprendió verla echadita con su carita triste, de sus ojitos rodaron lágrimas; desde ese momento jamás volví a regañarla de esa manera, comprendí que sin duda había llevado una vida de maltrato.
Campanita vivió con nosotros durante un año hasta que cierta vez tuve que dejarla al cuidado de mi hijo por varios días, ella se deprimió profundamente y dejó de comer. A mi regreso traté de alegrarla, hice todo lo necesario pero no reaccionó, y por más que le hablé no comprendió la razón de mi ausencia y murió.
Su muerte me dolió mucho y le lloré. Fue cuando comprendí que ella me quiso más que yo a ella.

Olga Lidia Hidalgo Gordillo
Julio 20 de 2016




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