El recorrido por la parte oscura duraría solamente una hora. No verían
la Tierra, ninguna onda podía llegar ahí; en ese lapso perderían contacto con
ella.
En los primeros cinco minutos, la mente de Edgar Mitchell estaba tranquila,
luego, empezó a preocuparse, a pensar en su hogar; en su amorosa familia, sus
amistades; su imaginación se disparó evocando recuerdos; sentía que los minutos
eran eternos. Tuvo temor de no volver; el angustioso latir de su corazón
estremecía su cuerpo, la ansiedad se apoderó de su mente, reconoció que tenía
miedo, mucho miedo.
Cuando llegaron al otro lado, por fin, vieron un diminuto planeta azul
en el vasto espacio.
De regreso, emocionado contemplaba las miríadas de florecillas del
jardín más hermoso, bañadas por la dorada luz que reflejaba la luna, deseándole
un feliz retorno.
Yolanda Placeres Heredia
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