domingo, 1 de septiembre de 2019

TIEMPOS IDOS



Todas las tardes se reunían en el Parque Independencia, exactamente en la esquina que formaban las avenidas Carranza y Zaragoza. En su banca preferida, el grupo de señores del Coatzacoalcos de ayer, departían diversos temas entre chascarrillos y anécdotas, y les encantaba galantear a las damas que por ahí pasaban.

Entre ellos, se encontraba un señor fanático de la cacería, que al relatar sus aventuras con venados, tepezcuintles, jabalíes y hasta tigres, lo hacía con tal gracia que todos reían a carcajadas. Al escuchar el alboroto, sabíamos que provenía del grupo de los simpáticos caballeros que alegres disfrutaban los relatos del famoso cazador. Así pasaban la tardeada, siempre en la misma banca del parque, en el querido Coatzacoalcos de los tiempos idos.

Yolanda Placeres Heredia 2018

SUITE PARA UN CLAVICÉMBALO


                                   


                                                 Para Pilar López González

Me dejas instantáneamente sin habla
y con el débil corazón henchido
mis ojos dilatados miran asombros
y escuchan los oídos prístinos sonidos.

José González Gálvez
Mayo de 2011          



REVÉS



Cómo si tus pechos se hunden en sábanas ardientes,
con ellos el ombligo, tu horma,
y no me das, siquiera la posibilidad, alguna,
la más escueta, súbita razón,  
de adentrarme en las puntas de tu fuego…
Cómo si tus pechos se hunden en ese calor manso
y mi ardor glacial me quema,
me dejas morir como ave en sequía
sediento de ti, obstinado por recalar en tus muslos,
me dejas, bien,
la opción de bajar por tus laderas,
mujer de trueno, de estornudo gigante,
y sacudo los sudores secos que hay en tu espalda,
el sudor, ese aguacero entre sal y dulce,
esa combinación de flogisto y miel que se estanca
en el fervor de la noche
después de hacerte el amor, después del desgaste,
después, mucho después, del ya no hay nada,
me dejas la opción de amar el revés, tu piel de arriba,
que dejo abajo, cada vez que entro
en los misterios de tu carne amada, bendecida,
por siempre tu carne prohibida.


 Martín Cruz Alegría



POR ESO PIDO PERDÓN



Pido perdón porque si mi vida no es ahora un cielo, definitivamente no es y nunca ha sido un infierno.

Pido perdón por no haber pasado nunca hambre o sed. Por tener siempre un techo que me protegiera del sol intenso o de la lluvia fría. Por tener ropa para escoger que ponerme, o regalar zapatos que ya no me venían o ya no me gustaran. Pido perdón por haber ido a la escuela, obtener una profesión y un trabajo digno con un salario suficiente. Pido perdón por no ver como bombas y metralla destrozaban las ventanas y mi casa; y como terminaban con la vida y los sueños de mis amigos y de mis seres queridos. Pido perdón porque a pesar de los difíciles tiempos en que vivimos, el miedo aún no ha hecho nido en mi mente y en mi corazón. Pido perdón porque no puedo cambiar la situación de los muchos, miles o millones que no han tenido lo poco, mucho o suficiente que he tenido, o porque precisamente, por tener poco, mucho o suficiente, no he intentado cambiar las condiciones de aquellos que no tienen nada o han perdido todo.

¿Me duele igual una lágrima ajena o el llanto y dolor de los demás?  Si no me duele habré vivido en vano, cubierto por el abrigo de los que solo observan ¿y si no intento aliviar o terminar para siempre ese sufrimiento, que permea los poros, la mirada y los sueños, entonces cual sería el propósito de esta vida?

Así que es por eso, por lo poco, mucho o suficiente que he tenido, por lo que pido perdón.

Jorge Malpica Jiménez
23 de octubre de 2018

EN PAUSA





Como si no existiera nada, en pausa,
preparándonos para el final.
En esa tregua, la duda flota,
el ardor de nuestros cuerpos se detiene,
algo sucede tras el orgasmo finito
que nos mantiene en suspenso.

Martín Cruz Alegría



EL CUADRO





La vida es un trazo, con grafitos, óleos y acuarelas.
El pincel aún no termina el contorno de los caracoles,
que han sido expulsados por un mar embravecido,
solo pinta de azul profundo el horizonte.
Tristes los observo con espiras nacaradas
sobre arenas candentes por rayos implacables.
¡Ha vuelto el pintor!,  fluyen acuarelas,
ahora los caracoles lucen su esplendor,
dorados por el sol, infinitos
formando un vínculo espiritual.
Cada día disfruto el mar
y a las gaviotas elevando el vuelo.
Puedo imaginar escucharlos conversando con el mar,
convertidos en utensilio sonoro para una gran deidad,
hermosos caracoles del cuadro en mi hogar.

Ana Leticia López Córdova



                                                   

ALICIA





Sentada con los codos sobre las rodillas y la cara entre las manos, así se encuentra Alicia, se notan en sus ojos y labios apretados que está enojada.
Ha tenido un día agotador, el cansancio se apodera de su delgado cuerpecito, sus pies descalzos amoratados por el frio; se le estruje su adolorido estómago… tiene hambre.

Seguir caminando es lo que se le ocurre, pasear y mirar a su alrededor;  es   lunes, día de trabajo; la gente va y viene sin mirarse unos a otros. Sigue su camino y al voltear  al piso su atención se centra en algo brillante, se detiene; sus ojitos se iluminan: ¡una moneda!  Es su día de suerte.

Sin pensarlo corre a la primera tienda que encuentra, en la vitrina pueden verse deliciosos bocadillos, una sabrosa torta la hace salivar; no lo piensa más y extiende la moneda, sus labios ya saborean esa rica vianda.
Sale presurosa buscando un rincón donde devorarla, pero de repente; en su prisa se topa de frente con un perro escuálido, que le lanza una mirada a su exquisita torta,   mitigar su hambre es su único pensamiento; compartirla… es su decisión.

Nubia Huicab González