Sentada con
los codos sobre las rodillas y la cara entre las manos, así se encuentra
Alicia, se notan en sus ojos y labios apretados que está enojada.
Ha tenido un
día agotador, el cansancio se apodera de su delgado cuerpecito, sus pies
descalzos amoratados por el frio; se le estruje su adolorido estómago… tiene
hambre.
Seguir
caminando es lo que se le ocurre, pasear y mirar a su alrededor; es lunes, día de trabajo; la gente va y viene sin
mirarse unos a otros. Sigue su camino y al voltear al piso su atención se centra en algo
brillante, se detiene; sus ojitos se iluminan: ¡una moneda! Es su día de suerte.
Sin pensarlo
corre a la primera tienda que encuentra, en la vitrina pueden verse deliciosos
bocadillos, una sabrosa torta la hace salivar; no lo piensa más y extiende la
moneda, sus labios ya saborean esa rica vianda.
Sale
presurosa buscando un rincón donde devorarla, pero de repente; en su prisa se
topa de frente con un perro escuálido, que le lanza una mirada a su exquisita
torta, mitigar su hambre es su único pensamiento;
compartirla… es su decisión.
Nubia Huicab
González
¡Bello! un texto que nos lleva a la reflexión, a pesar de las dificultades escoger la compasión al egoísmo .Cuando nos vemos en los ojos del otro.
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