Pido perdón porque si mi vida no es ahora un cielo,
definitivamente no es y nunca ha sido un infierno.
Pido perdón por no haber pasado nunca hambre o sed.
Por tener siempre un techo que me protegiera del sol intenso o de la lluvia
fría. Por tener ropa para escoger que ponerme, o regalar zapatos que ya no me
venían o ya no me gustaran. Pido perdón por haber ido a la escuela, obtener una
profesión y un trabajo digno con un salario suficiente. Pido perdón por no ver
como bombas y metralla destrozaban las ventanas y mi casa; y como terminaban
con la vida y los sueños de mis amigos y de mis seres queridos. Pido perdón
porque a pesar de los difíciles tiempos en que vivimos, el miedo aún no ha
hecho nido en mi mente y en mi corazón. Pido perdón porque no puedo cambiar la
situación de los muchos, miles o millones que no han tenido lo poco, mucho o
suficiente que he tenido, o porque precisamente, por tener poco, mucho o
suficiente, no he intentado cambiar las condiciones de aquellos que no tienen
nada o han perdido todo.
¿Me duele igual una lágrima ajena o el llanto y dolor
de los demás? Si no me duele habré
vivido en vano, cubierto por el abrigo de los que solo observan ¿y si no
intento aliviar o terminar para siempre ese sufrimiento, que permea los poros,
la mirada y los sueños, entonces cual sería el propósito de esta vida?
Así que es por eso, por lo poco, mucho o suficiente
que he tenido, por lo que pido perdón.
Jorge Malpica Jiménez
23 de octubre de 2018
Un diálogo íntimo que nos lleva a la reflexión.
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